Toc-Toc-Toc. Ese fue el sonido que produjo el señor Topitole al golpear la puerta de su vecino, Matías Bartocelli, para entregarle la correspondencia que había dejado el cartero por error en su casa, como ocurría en la mayoría de las veces.
- Muchas gracias Señor Topitole, una vez más se lo agradezco, me pregunto ¿cuándo se dignará esta gente a dejarme las cartas en mi buzón?-
- ¿Pero qué es lo que usted pretende?, las cosas hoy en día van de mal en peor y nadie hace nada, yo te dijo muchacho esto en mis tiempos no era así, los carteros...-
- Discúlpeme vecino mío, pero estoy muy ocupado en este momento. Nuevamente le agradezco por su gesto, y ahora si me permite voy a seguir con mi labor.-
- Está bien muchacho no te preocupes, ¡y a ver cuando te pasas por mi casa así charlamos un rato y me cuentas cómo va tu vida!-
- No se preocupe que pronto será, en cuanto me desocupe de todo este trabajo que tengo le prometo que lo voy a ir a visitar. Asta luego señor Topitole, y que tenga usted buen día.-
Así rápidamente el hombre de la correspondencia se despidió de su vecino, dejó las cartas en la mesa del comedor y siguió con lo que estaba haciendo.
Mas tarde en horas de la noche, Matías, ya librado de sus obligaciones se sentó a descansar y recordó la correspondencia que había dejado olvidada en la mesa, y se dispuso a verla. Dos de aquellas cartas eran impuestos a pagar, y la tercera y quizás más importante era una notificación de defunción que le había mandado la vecina de su tía, en la cual le notificaba que la misma había sufrido un paro cardiaco en el que encontró la muerte.
En ese momento el hombre sintió una profunda angustia al recordar que aquella casa en la que su tía había muerto, era la misma en la que aquella bondadosa mujer lo había criado al quedarse huérfano.
En esa misma carta la mujer le notificaba a Matías que al ocurrir esto, el hijo menor de su tía ,Gustavo, se había quedado sin tutor alguno, y que ella misma se encargaba de él en ese momento pero no podía hacerlo en el futuro por el echo de que el jovencito fuera enfermo y ella no de su familia. En ese momento el hombre no dudó en pensar que él se haría cargo, pero por supuesto no abandonaría su vida en la ciudad, así que a cabo de dos días abordó un micro que lo llevara al pueblo donde vivía su desdichado pariente, para así convencerlo de que se mudara con él y vivir juntos.
Al llegar notó que ese pueblito de pocos habitantes no era lo que él recordaba. En aquellos lejanos tiempos de su niñez, era un lugar hermoso, lleno de naturaleza y espacios verdes para poder jugar. Pero al mirar a su alrededor pudo notar que ese lugar tan vivo se había convertido ya en un pueblo fantasma, por decirlo de alguna manera.
Cuando llegó a la casa de la vecina de su tía, Doña Clarisa, la mujer le contó con más detalle que era lo que había pasado y cuales eran sus obligaciones para con su primo, pero también le aclaró una cosa:
- Mire, yo a usted no lo conozco y lo único que nos une en este momento es el bienestar físico y mental de Gustavo. Como usted ya sabe, el es un niño enfermo, que ah recibido un golpe muy fuerte recientemente, y lo más aconsejable es que valla preparándolo de a poco con el tema de la mudanza. Es un cambio muy brusco y yo creo que no le haría bien si usted no lo maneja debidamente.
- Yo estoy totalmente de acuerdo con usted, pero entienda también, que yo tengo una vida en la ciudad, tengo una casa que mantener, tengo un trabajo al cual asistir, y otras tantas obligaciones que se verán seriamente afectadas si yo me demoro mucho con este trámite.-
- ¡Pero entienda que no es un tramite! ¡Estamos hablando de una persona que sufre! ¡De un ser humano por favor!-
- Sepa usted disculpar mi mala manera de expresarme, no quise decir eso, es que es una frase a la que estoy acostumbrado por mi oficio. Yo entiendo lo que usted me dice y me doy cuenta de que está en lo correcto indudablemente. De todas maneras yo ya había pensado que algo de esto se iba a presentar y por eso pedí tres días, a demás de el de hoy y traje unas cuantas ropas mías para los días que estaré aquí y voy a hablar a mi trabajo para ver si me pueden dar algunos días más, y así poder encargarme debidamente de mi primo.-
- Pues bien, aquí tiene las llaves de la casa de su tía para que valla instalándose y no dude en llamarme si se le presenta algún contratiempo.-
- Se lo agradezco infinitamente, y lo mismo le digo.-
Matías salió del hogar de su vecina temporánea, y entro a la casa que lo había visto crecer. Todo estaba muy añejado, sucio y algunos muebles rotos, y se entristeció al recordar en el buen estado en el que la mantenía su tía.
Se le pasó el día limpiando, guardando sus cosas y charlando con su primo. A la hora de descansar, se quedó profundamente dormido vencido por el sueño, pero algo lo despertó en medio de la silenciosa noche. Un repentino ruido de motor de tren, que aturdió los oídos de el hombre durante aproximadamente siete minutos. Luego de esto volvió a caer en el profundo sueño.
Al otro día, después de desayunar, Matías fue a la parte trasera de la casa a ver si podía observar las vías del tren que escuchó la noche anterior, ya que lo escuchaba fuertemente, como si lo tuviera pegado al oído. Al encontrar lo que buscaba, se sorprendió al darse cuanta de que había caminado cerca de doscientos metros hasta llegar ahí, pero despejó sus dudas al pensar que seguramente al no haber tantas cosas que obstruyeran el sonido, se escucharía mas claro.
Esa misma tarde fue al almacén del pueblo a comprar provisiones para los próximos cinco días y le hizo un comentario al almacenero;
- ¿Qué tarde que pasa el tren por el pueblo no?-
- ¿De qué habla joven? Hace cerca de diez años que el tren no pasa por el pueblo. Después de aquél trágico accidente que se llevó más
de cien personas, ningún tren volvió a pasar por nuestras vías.-
- Disculpe señor pero claramente anoche yo escuché el motor de el tren, eso me desveló de mis sueños, y no me diga que no porque yo no estoy loco.-
- Bueno quizás lo soñó. Yo no me equivoco al decirle que el tren no pasa más por aquí, ¿si no por qué cree usted que este pueblo a perdido tanto turismo? Por que ya la gente no puede venir.
- Sí, quizás tenga razón y yo lo halla soñado.-
El hombre contestó eso pero no era lo que pensaba, porque él estaba seguro de que no había sido un sueño y a demás notó la rara actitud que tenía el almacenero mientras le contestaba, como si tuviera algo que ocultar. De todas maneras, decidió no seguir investigando y fue directo para su casa.
El día pasó sin penas ni glorias. En la noche, nuevamente Matías estaba agotado, hacer de padre con su primo era bastante duro para él, y volvió a caer en un profundo sueño. Mientras soñaba, volvió a despertarlo el ruido del motor y el silbato del misterioso tren. En esta ocasión, a pesar de que estaba muy cansado, se apresuró a acercarse a la ventana que daba justo a la parte trasera de la casa donde a pocos metros se encontraban las vías, para ver el tren, pero la espesa niebla que solía aparecer durante la noche en este extraño pueblo no le permitió ni siquiera divisarlo.
Al otro día después del almuerzo, Matías fue con su primo a la casa de su vecina doña Clarisa, y entre otras cosas le comentó su curiosidad con respecto a el tren que lo desvelaba durante las noches, y aquella mujer tubo las mismas contestaciones y actitudes que el dueño del almacén con el que el hombre había hablado el día anterior.
Ya estas cosas comenzaban a llamar seriamente la atención del joven de ciudad y habían unas preguntas que no podía sacar de su cabeza: ¿me ocultarán algo? ¿Qué quieren tapar? ¿Por qué el tren pasará a esas horas de la noche?, entre otras.
Esa noche a pesar de que como todos los días, estaba muy cansado, decidió dejar a los pies de su cama una bata y unas alpargatas para poder salir al patio trasero y acercarse al menos unos metros al tren y así cerciorarse de que en verdad existía o todo lo contrario. Y así ocurrió, esa noche volvió a despertarlo ese ensordecedor ruido y sin esperar, se puso la bata y el calzado y se dirigió a las vías.
Cuando se había acercado serca de setenta metros, pudo ver el tren. Era bastante antiguo y estaba en muy mal estado, pero aún así no lograba verlo a la perfección por causa de la niebla. Se acercó varios metros más, estaba aproximadamente a cinco metros del vehículo, pero aún así no veía a los pasajeros del mismo, y de repente una enorme ventolina empujó a Matías hacia adentro del tren. Lo que vio en ese momento lo dejó muy impactado e inmovilizado. En primer lugar las paredes del tren parecían haberse construido con materiales expuestos al fuego, es decir, estaban quemadas, pero eso no fue todo, los pasajeros eran seres horripilantes ante el ojo de el desdichado humano, su aspecto era de piel quemada en muchos de ellos, sus cuerpos mutilados, con grabes heridas, sus caras tristes y daban mucho miedo.
Cuando quiso salir, ya era demasiado tarde porque las puertas ya se habían serrado. Al ver que no podía escapar hasta la próxima parada, trató de tranquilizarse y al levantar la vista observó que todos aquellos seres que lo atemorizaban lo estaban mirando fijamente. En un principio el quiso ayudar a una mujer que se encontraba a su lado, es decir, hacer algo para curarle las heridas, pero se asombró al querer poner su mano en el hombro de ella y que la misma la atravesara, es decir, era como el viento, no podía tocarla. En ese momento se dio cuenta de que no se trataba de una persona como él sino de un espíritu. Corrió hasta llegar a la otra punta del vagón, y a medida que lo hacía iva atravesando los cuerpos de los otros entes, al llegar a la puerta, voltio para ver hacia atrás y observó que ellos se acercaban hacia él. En ese momento abrió la compuerta y se dirigió al otro vagón, y allí se encontró con el mismo escenario, una y otra ves, en los distintos vagones, diferentes personas pero en similares estados. Corrió y corrió hasta llegar a un vagón que estaba vacío, es decir, con asientos pero sin esos extraños seres. Se sentó en el suelo entre dos asientos; estaba muy asustado y se largó a llorar. En un momento comenzó a escuchar una risa de niño bastante diabólica que lo aterrorizó aún más. Empezó a mirar a su alrededor, y como el sonido no cesaba, escondió su cabeza entre sus piernas y se mantuvo en silencio y quieto, y de pronto... La riza se detuvo. Matías levantó su cabeza y vio frente a él un niño de aproximadamente diez años, pálido con ojos totalmente negros, ropa desprolija y una gran mancha de sangre sobre su estómago. El tenebroso niño se encontraba a menos de veinte centímetros del hombre.
Un inconfundible gesto de terror y miedo invadió el rostro del desdichado hombre. El niño soltó una sonrisa sobre su rostro y comenzó a correr de un lado a otro en el vagón. Matías, muy asustado decidió hacer lo mismo que en las ocasiones anteriores y salir por la puerta del vagón, pero al llegar a ella se encontró con que estaba trabada y no podía abrirla. En ese momento sintió un escalofrío en su espalda y era que allí se encontraba el tenebroso niñito, él se percató de ello y decidió permanecer inmóvil. Al instante comenzó a sentir un inmenso dolor en todo su cuerpo y luego se sintió caer. Se había desmallado.
Horas más tarde el hombre despertó y comenzó a ver en sus manos rasguños tan fuertes que habían llegado a desgarrar su piel, y al ponerse de pié y verse reflejado en una ventanilla, pudo darse cuenta que aquellas horribles marcas se encontraban ya en todo su cuerpo. Volvió a intentar abrir la compuerta y esta vez logró hacerlo, y rápidamente escapó hacia el vagón continuo. Una sorpresa tras otra. Al entrar a ese vagón era como entrar al mismísimo infierno: estaba en llamas, las paredes eran rojas como la lava y en la otra punta del vagón un hombre semejante en aspecto al diablo. Comenzó a reír de una manera tan malévola como la del niñito pero tres veces más resonante y aterradora. Matías se aterró y comenzó a correr y a su vez el ente maléfico empezó a dar vueltas a su alrededor, a lastimarlo y lastimarlo. Al dejarlo él intentó salir de ahí y se aproximó a la compuerta más cercana arrastrándose por el suelo y la abrió. En ese momento comprendió que el mal jamás terminaría, y entonces juntó todas sus fuerzas y se paró en la unión entre ambos vagones, una situación muy peligrosa cuando tienes la poca estabilidad del muchacho en ese momento. El sabía eso y sin embargo continuó, y al estar totalmente erguido se dejó caer.
De repente sintió que estaba dormido y al abrir los ojos, se encontraba nuevamente en el primer vagón al lado de aquella mujer que lo había aterrorizado tanto al ingresar en aquel tren, y ella le dijo con una voz silenciosa y quebrada:
- Ya no debes temer. Ahora eres uno de nosotros, has muerto en este tren, al igual que nosotros y aquí deberás quedarte hasta que llaguemos a nuestra meta.
- No entiendo lo que dices, ¿yo estoy muerto verdad? Lo recuerdo pero, ¿cuando llagaremos a nuestra meta?
- Hace nueve años todos lo ocupantes de este tren morimos en un incendió que se produjo aquí adentro, y desde ese momento las maquinarias de este tren no han sido repuestas y sin embargo nosotros seguimos andando, noche tras noche. Un conocimiento nuevo a ingresado a nuestras mentes luego de aquella trágica noche. Si a cabo de diez años logramos conseguir que nadie muera en este tren, llegaremos a nuestra meta. Estábamos a punto de lograrlo, un solo año más, tratamos de advertírtelo para que no interfirieras, por eso nos cruzábamos en tu camino, para que te quedaras con nosotros y no murieras, pero te dejase llevar por el miedo y terminantes haciendo exactamente lo que no debías hacer. Ahora gracias a ti debemos esperar otros diez años, si tenemos la suerte de que otro curioso no repita la historia. Ahora solo resta esperar.
- Diez años en un tren fantasma esperando llegar a un lugar que ni siquiera conozco, sin esperanza de poder llevar una vida común y corriente, tener hijos, una mujer, una casa, ya nada de eso es posible porque ¡Estoy muerto!¡¿Que puede ser peor que esto?!
- El día en el que se repita la fecha de tu muerte, solo espera y verás.
Fin